No puedes vivir la vida de alguien cercano como si fuera tuya. Pero sí puedes ofrecerle tu tiempo para cuando lo necesite. Tu escucha y, si te lo pide, tus consejos o experiencias. Pero cada uno debe arreglar sus asuntos acorde a su forma de ver la vida y a su «izaera», preciosa palabra que en euskara significa «forma de ser. No somos los demás, aunque deben importarnos.