A veces, la imagen que se tiene de los que nos autodenominamos vascos (y vascas) es el de un pueblo cerrado en valles, entre montañas, nobles pero parcos en palabras y muy apegados a nuestra tierra. Nada que haga imaginar unas personas que históricamente han cruzado el Atlántico, los mares en general, diría yo, incluyendo todos los océanos o casi todos en la primera circunnavegación del globo. Habéis sido muchos los que me habéis hecho llegar una noticia sobre Boise, una cidad de Idaho, en Estados Unidos, llena de vascos y de lo vasco. Solo es un ejemplo.