La semana pasada titulaba un capítulo previo a la segunda vuelta de las legislativas del país galo como «Francia no me defrauda, por ahora». Y finalmente no lo ha hecho. Eso no dibuja un escenario ideal y exento de peligros. Un tercio de los votantes, diez millones, han votado a la extrema derecha fascista o posfascista. La cámara legislativa está dividida en tres (o más) y hay riesgo de que una unidad de acción de todas las ideologías contra la derecha radical se convierta en un caos. Pero no se viven tiempos en que lo complejo tenga soluciones sencillas. Eso es lo que definen los populismos en general y los de ultraderecha en particular y no, el mundo no es así ahora.