Hemos escuchado historias sobre casas que quedan impregnadas por espíritus, leyendas de lugares que resuenan con la energía de quienes los habitaron. Pero, ¿qué pasa cuando son las personas vivas quienes nos dejan una huella tan profunda que se vuelve difícil de borrar? Al igual que en esas historias de fantasmas, ciertas personas dejan una especie de «marca espiritual» en nosotros, una energía que, para bien o para mal, se queda con nosotros durante mucho tiempo, quizás incluso para siempre.