Ayer se presentó el Apple Watch Ultra 3, bajo los rumores desde hace semanas de que, aunque no iba a llevar un sensor de toma de tensión arterial, sí iba a servir para controlar repentinas subidas en la presión sanguínea. Mi última compra de un Apple Watch, el 6, tuvo una motivación de salud. El asunto del electrocardiograma, las pulsaciones y la seriedad con que hace estas mediciones. Según avancen las horas y se concreten las capacidades reales del nuevo Ultra 3, seguramente crecerán las posibilidades de que pronto luzca en mi muñeca, con mi milanesse loop bien acomodada en él.