Pedro María Sánchez Amado

Cuando nacemos se nos asigna un sexo. Asignar. Ese es el verbo que considera correcto la RAE (y yo) y que fue motivo de controversia con un buen amigo la noche del sábado al domingo, en relación a la transexualidad. Me gustaría que escucharas con especial cariño y atención este capítulo.

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Qué mejor época del año, con el verano recién estrenado y en pleno comienzo de la primera gran ola de calor, para hablar desde orillas del Cantábrico en conexión vascoasturiana con un experto en climatización y buen conversador.

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Tarde o temprano tenía que ocurrir. Y ahora que la vida me deja espacios vacíos, al menos cuando acabe mis asesoramientos en materia de orientación laboral y empleo en el proyecto de comunicación en el que me he metido hasta septiembre, me he metido más a fondo en el mundo del fútbol. Puedo anunciaros con (casi) toda seguridad, que el año que viene haré labores de delegado de equipo en un club más que centenario, histórico y clásico del fútbol bilbaíno. Las malas influencias. Ya sabéis.

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Tres redes parecidas. Twitter, el viejo señor de derechas enfadado; Mastodon, el friky linuxero o programador; y BlueSky, una llanura estadounidense de 1883, donde cabalgar solo durante días con gente hablando inglés. ¡Qué poco me atraen en este momento las redes!. (Aunque debo incluir en ellas a Telegram, donde sí invierto tiempo.

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Menciona, con cierta torpeza, la vicepresidenta Yolanda Díaz, la Ley de uso del tiempo, y tiempo le falta a la derecha tuitera para faltarle el respeto y reirse de ella desde el púlpito de la ignorancia. Se trata de que los demás no abusen de tu tiempo, no de a qué dedicas tú tu tiempo libre.

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Un año después nos encontramos en una situación parecida, pero ya en un lugar distinto. Guille ha hecho el sábado su preinscripción para la universidad, eligiendo en orden de prioridad cinco grados. Te lo cuento.

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