Ramón tenía sentimientos encontrados. Repasaba mentalmente, sentado en un banco del parque, su trayectoria en la vida.
No había aprobado ninguna de las asignaturas de la carrera de Filosofía en la que pudo matricularse. El caso es que no se consideraba un desastre como estudiante, quizás todo lo contrario. Se veía inteligente y espabilado.
Y luego vino la experiencia en el Seminario Conciliar. La idea de aquellos religiosos le había provocado muchos problemas, principalmente porque sus ideas eran completamente diferentes a las suyas. Como concebir la vida y la relación con las personas en aquel entorno. Tuvo que salir corriendo también de allí.
Así que se le tenía que ocurrir algo, alguna cosa habría a la que dedicarse. Fue en ese momento, al alzar de nuevo la vista, cuando divisó un anuncio de viajes en barco con destino a las Américas. Solo había que unir los puntos para definir el plan.
19 años más tarde, Ramón volvió a echar la vista atrás. Durante este período de tiempo, había sido periodista e incluso había dirigido su propio periódico. Pero lo que realmente le había divertido en la vida había sido inventar aquella máquina para plegar periódicos. Que lástima que tuviera que vender la idea. No había podido reunir el dinero para patentarlo él mismo.
Y ahora estaba allí sentado, dedicándose al cambio de divisa y metales preciosos.
Cómo cambian las cosas y sobre todo como la vida iba por caminos tan diferentes. Pero era el momento de definir él mismo el siguiente plan. Y no sería un plan cualquiera: tendría que ser algo que pudiera cambiar el mundo, aunque fuera solo un poquito.
Hoy presentamos un plan de acción. Sinceramente, no me gustan este tipo de presentaciones. Y es que me da la impresión de estar vendiendo humo. Presentaremos las actividades realizadas y sobre todo las actividades que vas a realizar.
Empezando por lo básico, nuestro plan de acción tiene que tener unos campos que son muy reconocibles: el nombre de la acción, quizás con una descripción de la misma si el público no es experto, quien es el responsable y sobre todo cuando se va a realizar.
Este último campo es el más solicitado por la audiencia, que normalmente vela por mantener los plazos del proyecto global.
Por su puesto no me olvido del factor económico: si hay cargas o sobre costes, es un aspecto clave.
Hasta este punto, todo reconocible. Pero vamos con rarezas que a veces tenemos que tener preparadas en nuestra presentación.
1/ Riesgos asociados
Entre comillas, es más fácil vender humo cuando dices la probabilidad de que algo salga mal y como serían las consecuencias. Así que hay que preparar un análisis de riesgos.
La forma de prepararlo es muy variada y muy conocida. Yo suelo incluir aspectos de validación técnica, de calidad del producto final y por supuesto, de nuevo, el impacto económico y de plazos.
2/ El plan B.
Casi siempre hay una persona, a la cual presentas un plan de acción, que piensa un paso más allá. Quiere saber que ocurriría si tu plan de acción fracasa, por cualquier motivo. Y es cierto que puede ocurrir, los proveedores te fallan, los resultados técnicos no son todo lo buenos que se esperaban. Así que hay que prever que plan ejecutaremos en este caso. Toca sacar la bola de cristal.
3/ Estado final y acceso a siguientes fases
Casi siempre se me olvida este punto. Ya hemos hablado de posibles fallos y que ocurriría si todo falla. pero que ocurriría si todo acaba bien? tenemos que reflejar cuales son las virtudes de que el plan de acción acabe con éxito y sobretodo a que nos permitirá acceder. Es muy motivante conocer que se acercan otras metas, diferentes a las evidentes, que de otra manera no podríamos acceder.
Solo queda rematar la jugada: tras la presentación del plan de acción, solicitaremos que se apruebe en su conjunto. Dos objetivos buscamos con esta petición:
- El primero es fijar las reglas para los siguientes pasos, cosa importante para evitar sorpresas o responsabilidades no compartidas.
- El segundo es buscar un apoyo adicional: si tus responsables han aprobado el plan de acción se sentirán responsables del mismo y podremos tener un alíado frente a nuevas dificultades.
Su trabajo en el cambio de divisas le hizo reunir sus dos intenciones, necesitaba realizar muchas operaciones matemáticas, y por tanto hacerse la vida más sencilla, y tenía la necesidad de cambiar el mundo.
Ramón Verea empezó a idear la primera calculadora de la historia.
El 10 de Septiembre de 1878 Ramón patentaba en Nueva York la “Verea Direct Multipler”, con el número de patente 207.918.
Se trataba de una máquina de hierro de unos 26Kg de peso, capaz de sumar, restar, dividir y multiplicar cifras de 9 dígitos. Y, aunque pueda parecer poca cosa, fue un invento revolucionario ya que, hasta entonces, las multiplicaciones se hacían repitiendo sumas. La calculadora de Verea, en un solo movimiento, hacía multiplicaciones directas.
Fue premiada en la Exposición Mundial de Inventos en Cuba, en 1878, y se llegaron a fabricar 3 unidades, aunque Verea nunca pensó en su explotación comercial.
Desde 1930, la calculadora de Verea se encuentra en el Museo de la Sede Central de IBM, como un referente mundial en la computación.
Ramón siempre comentaba que las verdaderas razones que había sustentado su plan fueron:
- un poco de amor propio
- probar que el ingenio español puede batir a eminencias de naciones más cultas
- el afán innato de contribuir al adelanto de la ciencia
Ramón era un incomprendido, progresista, republicano, anticlerical y además un activo periodista que nunca dejó de dar su opinión, por lo que nunca encontró acomodo en ningún país, ni siquiera en Estados Unidos, de donde tuvo que exiliarse por sus críticas a la política estadounidense en Latinoamérica.