Es la historia de un amor. Por una nación que no es la mía. Un país de naciones que visité unos meses antes de su guerra de secesión, la Guerra de los Balcanes. Especialmente cruel, lloré mucho aquellos años. Los lugares: Dubrovnick, Sarajevo o Mostar. Las personas: Srebrenica. Un paraíso de los servicios sociales, sin demasiada libertad, pero con buena convivencia, que estalló por los aires como un taponcito de nitroglicerina.